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Establecer prioridades para afrontar la educación desde la calma

Actualizado: 12 feb

Entrevista a Mónica Cerrada por Elena Couceiro


“Hay que vivir la infancia desde una mirada amable y de conexión, el conocimiento, además, nos dará una herramienta clave para poder afrontar el día a día de una forma más pausada”


Mónica Cerrada es responsable del proyecto PsicoEducaOn, psicóloga especializada en el acompañamiento de familias con peques con altas capacidades, especialista en Disciplina Positiva y en el Círculo de Seguridad Parental. El pasado viernes 15 de diciembre nos dio una charla en el café de familias sobre cómo poner límites con amor y sin castigos. Hemos querido entrevistarla para profundizar en los mensajes tan importantes que lanzó en la charla y para reflexionar sobre cómo educar a niños y niñas tan intensos como los que tenemos en casa. Puedes contactar con ella en psicoeducaon@gmail.com



P. El pasado 15 de diciembre nos invitaste a reflexionar mucho sobre cómo educar con límites y amabilidad, sin castigos y sin premios. ¿Qué mensaje clave te gustaría dejar en este sentido?


R. El mensaje clave que me gustaría que llegara a las familias es la importancia de poner el foco en los adultos. El foco tiene que estar en la dirección de la persona que tiene que ofrecer la seguridad al niño y a la niña desde su mirada amable y de conexión con sus peques. Es la única manera. Sin cambio de mirada no se puede generar el cambio. Lo que rescataría fundamentalmente es poner el foco en primera persona, hacia dentro, en uno mismo. Eso es lo más importante.


P. Hablas mucho de que, aunque estemos buscando herramientas y recetas, el cambio fundamental ha de ser de nuestra mirada, un cambio nuestro. ¿Qué cambio deberíamos emprender para educar con amabilidad, pero también con firmeza?


R. Es un cambio que va más allá de las herramientas o de las recetas rápidas o varitas mágicas que buscamos. Esta varita mágica en educación no es posible, porque es un camino largo en el que tenemos que ir poniendo sobre la mesa cuáles son nuestros valores, la mochila que traemos como adultos, cómo hemos sido educados nosotros, qué tipo de creencias se nos han inculcado y hemos ido creciendo, cuáles hemos asimilado simplemente sin darles una vuelta ni pasarlas por el tamiz personal y cuántas de estas creencias estamos llevando al día de hoy que se han convertido en prejuicios a la hora de educar (por ejemplo: “soy la persona que sé de lo que hablo y tengo el deber de orientar a mis hijos sin que me rechisten”). Para mí, el cambio es personal: poner todas esas variables encima de la mesa y preguntarnos cuántas de esas son propias y cuántas traigo conmigo. Se trata de reflexionar sobre todas esas incorporaciones que hemos hecho automáticas en muchos casos.


P. Subrayaste la necesidad de educar desde la calma. ¿Qué ideas crees que podrían ayudarnos a encontrar esa necesaria calma en esta tarea?


R. Lo que más nos podría ayudar a encontrarla es pararnos a pensar qué es lo que yo quiero que mis hijos recuerden de mí el día de mañana, con qué quiero que se queden, cuál quiero que sea el recuerdo que tengan de cómo los acompañé en la vida, cómo respondí a sus demandas, estaba disponible o no… Si vemos esto como algo a largo plazo, algo que va a tener un fruto no solamente inmediato, que es en lo que más pensamos, sino en ese largo plazo, en ese futuro en el que esperamos tener una relación bonita y fructífera, si lo vemos desde ahí, es más fácil encontrar puntos en los que anclarme a día de hoy y hallar la calma suficiente como para proyectar hacia afuera lo que me parece más importante que se quede en su inconsciente, cómo a mí me gustaría ser recordada por mis hijas es para mí un aliciente de calma enorme en el presente. Yo creo que si vemos todo esto como un recorrido a larga distancia en lugar de ahogarnos en situaciones cotidianas que muchas veces nos llevan a reaccionar en lugar de estar en calma y pensar que quizá no es tan importante meternos en ello eso nos ayudará a tener una perspectiva mucho más sosegada del día a día. Me parece que el hecho de establecer unas prioridades nos puede ayuda a afrontar desde la calma la educación, porque si vamos con la prisa, con el ritmo frenético del día a día, no me parece que eso sea un aliciente para encontrar calma, sino más bien lo contrario: eso nos empuja a querer hacer todo ahora, todo rápido y la educación se cuece a fuego lento. Hay que estar muy presente, hay que estar en conciencia con lo que necesitan para traducir las conductas en necesidades… Para eso hay que tener mucha presencia, estar en un modo pausa y dando importancia a aquello que realmente es relevante, cambiar un poco el sistema de valores.


P. En tu anterior post hablabas de los estilos educativos y sabemos que la mayoría no hemos sido educados en el democrático. ¿Cómo podemos superar modelos antiguos, salir del piloto automático y acercarnos a un modelo más respetuoso?


R. Para ayudar a superar modelos antiguos y salir del piloto automático, puedo hacer una evaluación de cuál es mi estilo educativo y cuáles son las carencias de ese estilo educativo que yo arrastro porque he sido educada en ese modelo. La clave de todo esto está en reflexionar en cómo quiero que sea la relación con mis hijos y qué espero de ellos el día de mañana, qué cualidades me gustaría que tuviera mi hijo cuando me lo imagino dentro de veinte años.  Y la pregunta que debería hacerme es si estoy haciendo en este momento aquello que le puede ayudar a tener esas cualidades en el futuro. Es decir, si yo tengo un estilo muy autoritario, ¿eso le va a ayudar a él a ser un adulto en el futuro sumiso o le va a ayudar a tener un sentido crítico y a alzar su voz y dar su propia opinión? Con mi reflexión, se trata de ver qué estilo educativo es el que estoy impulsando y qué es lo que está favoreciendo en mi hijo, qué cualidades está desarrollando mi hijo o hija a través de esa forma de educar. Cuando reflexionamos sobre ello, estamos un punto más cerca de intentar llegar a estar en un estilo que se acomode más a esas cualidades que yo deseo en mi hijo. Tenemos que poner en tela de juicio lo que hacemos y plantearnos si eso nos conecta realmente con nuestros hijos, si estamos llegando a ellos o ellas.


P. En el taller nos dabas la clave para encontrar el equilibrio entre amabilidad y firmeza, que tanto parece costarnos, invitándonos a preguntarnos si lo que decidíamos era respetuoso con nosotros, con el peque y con la situación. ¿Cómo podemos mantener este equilibrio entre firmeza y amabilidad?


R. Tenemos que cubrir sus necesidades desde el respeto y desde la firmeza. Tiene que haber un clima de respeto mutuo en el que haya amabilidad y firmeza al mismo tiempo y donde la dignidad de uno mismo, de los demás y del entorno se esté viendo tenida en cuenta. Se mantiene en el gimnasio [risas], en el gimnasio del día a día, de las habilidades emocionales diarias. Tenemos que procurar mantener ese autocontrol, esa regulación de las emociones, ese acompañamiento en el día a día, en todas las oportunidades de comunicación que nos brindan nuestros hijos de manera cotidiana y ver todos los desafíos como oportunidades para, precisamente, incorporar cada día en los momentos cotidianos esas habilidades de vida que necesitamos. Como diría mi querida Marisa Moya, hay que ir a la ferretería, comprar un pico y una pala y usándolos cada día. Y si es necesario, acudir a profesionales que pueden ayudarnos en ese recorrido para comprender las etapas evolutivas por las que pasan nuestros peques, qué está dentro de lo esperable y a qué tenemos que prestar más atención y qué tenemos que cambiar nosotros para hacer ese acompañamiento si todavía nos cuesta.


P. En esta labor educativa, ¿qué reto adicional supone que nuestros peques tengan altas capacidades? ¿Cómo afectan en concreto el firme sentido de la justicia y la hiper sensibilidad emocional al tema de poner límites con amor y respeto?


R. Tal como decíamos en la charla, hay una demanda común en todas las familias con peques con altas capacidades intelectuales: tienen dificultades a la hora de manejar las emociones y comprender las emociones de sus peques, y eso les supone un gran desafío. Muchas de ellas caracterizan su crianza como muy demandante, hablan de alta demanda desde que sus peques nacen: bebés que duermen menos, que están en alerta, que observan mucho, que tienen una reactividad mayor a cierto tipo de estímulos. Todo esto hace que a los adultos de referencia les cueste más ajustarse a las necesidades, porque muchas veces se solapan y la expresión emocional es altísima. Ante esto, los adultos tenemos que tener una mirada sobre todo desde el conocimiento, el conocer nos da la herramienta clave que es poder afrontar el día a día de una forma más pausada, mirando, observando y acompañando desde el conocimiento, sabiendo que puede ser una característica propia de las altas capacidades y por tanto vamos a estar más preparados para una respuesta adecuada. Necesitamos tener mucha comprensión de la individualidad de nuestro hijo o hija y sobre todo estar muy atentos a la prevención: qué tipo de situaciones llevan a mi peque a comportarse de una manera determinada y anticiparme a ellas. Este sentido de la justicia, por ejemplo, los va a llevar a una conducta que podríamos interpretar como desafiante, porque necesitan una explicación de lo que se les está pidiendo. Si lo que estamos esperando es control, desde luego vamos a tener que cambiar radicalmente la manera de afrontar la comunicación y la interacción con nuestros hijos porque evidentemente se van a mostrar reacios a las normas y desafiantes a una autoridad impuesta, porque ellos deciden a quién darles esa autoridad, y es una autoridad que se ganan moralmente los adultos. Por eso vamos a necesitar actuar y dirigirnos con amor y con respeto. De ahí la importancia de establecer límites desde ahí, desde el amor y el respeto.


P. Nuestros peques a menudo tienen mucho desborde emocional. ¿Cómo podemos ayudarles a encontrar la calma y comprender su mundo emocional?


R. Si llegamos a aceptar de una manera incondicional que un rasgo muy común entre los peques de altas capacidades intelectuales es el de la alta emocionalidad, si llegamos a abrazar esta singularidad de su condición, podremos acompañarles en el camino de la emocionalidad que viven, sobre todo desde la aceptación en primer lugar, en segundo lugar nombrando la emoción, dándole cabida y para eso tendremos que tener los adultos una riqueza de vocabulario emocional amplia [en la charla, Mónica nos mostró la lista de sentimientos y necesidades de la Asociación para la Comunicación Noviolenta], tendremos que alfabetizarnos en el mundo emocional, comprender nuestras propias emociones, entender qué despierta esa intensidad en nosotros, modularnos, tener la capacidad de autorregularnos nosotros con estrategias que tendremos que tener muy interiorizadas antes de que llegue la situación y desde ahí acompañar, validar y nombrar la narrativa en la que el peque está sintiendo esa emoción, legitimando cada una de las emociones que siente y dándole estrategias que le puedan ayudar a regularse. Y esas estrategias se las vamos a dar cuando esté todo en calma, porque cuando estamos en plena batalla emocional y en plena explosión emocional lo único que podemos hacer es acompañar hasta la calma y ser modelo de calma.


Me gustaría acabar con una frase de Xacobe Casas: “Un hijo es como tener algo siempre al fuego”. Y yo añadiría, mejor un fuego lento y cocinado con mucho amor. 


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Para terminar, recomendamos ver el vídeo en el que Mónica entrevista a Marisa Moya para hbalar de la disciplina positiva y la importancia de educar con amabilidad y firmeza.




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